Juan Ramón Luzuriaga

(Bilbao, 1938)

Ría de Bilbao

1973

óleo sobre lienzo

42,4 x 34,2 cm

Nº inv. P01478

Colección BBVA España



Luzuriaga fue uno de los más destacados paisajistas del panorama vasco de posguerra. A lo largo de su trayectoria se centra en las representaciones marinas, y en especial en las escenas de la ría bilbaína, fuente inagotable de su iconografía. El artista llegó a interiorizar tanto este enclave que en numerosas ocasiones lo pintó de memoria, recreándose en él hasta elevarlo a arquetipo. Es importante señalar el papel fundamental que jugó la ría en los orígenes de la modernidad artística en el País Vasco, estrechamente vinculados al desarrollo industrial que experimentó la región desde principios del siglo XX. De este modo fue considerada símbolo de prosperidad para Bilbao y se convirtió en un emplazamiento muy atractivo para los creadores del momento.

Tal es el caso de este lienzo, que representa la ría en su tramo urbano; al fondo, entre los edificios, podemos distinguir el ascensor de Begoña, ejecutado con un tratamiento abocetado y difuminado que dota de perspectiva al cuadro. La elección de esta vista puede responder a su afán por reflejar aquellos elementos construidos por el hombre que se integran en el medio natural y conseguir así humanizar el entorno. Cabe destacar cómo el artista inmortaliza este paraje con refinamiento y elegancia, dejando a un lado su condición industrial. Lejos de mostrar la hostilidad y el ajetreo propio del lugar, plasma un ambiente lírico y evocador que transmite calma y quietud, creando una pintura silenciosa que nos remite al arte oriental y nos ofrece una imagen poco habitual de la ría.

Desde un punto de vista estilístico, la obra reúne las características principales de su producción anterior a la década de los ochenta, en la cual la influencia del neocubismo de Vázquez Díaz (1882-1969) queda patente sobre todo en la depuración formal y el sentido constructivo. Mantiene la estructura de los elementos, que se conforman a través de áreas cromáticas de técnica libre pero muy cuidada; los suaves contrastes, las veladuras difuminadas y los planos de tonalidad gradual proporcionan profundidad a la composición. Se aprecia la delicadeza que envuelve la escena, impregnada de una agradable atmósfera generada por un apacible estudio lumínico y un sutil tratamiento del color a base de grises, verdes y malvas, dando como resultado un conjunto de gran riqueza.