El amor por la pintura y la búsqueda de un lenguaje propio ha llevado a Miguel Ángel Campano a probar diferentes caminos a lo largo de su trayectoria; en todos ellos se ha dejado guiar por grandes maestros. En su juventud se fijará en la línea del , principalmente Gerardo Rueda (1926-1996) y Gustavo Torner (1925); más tarde conocerá a José Guerrero (1914-1991), que será su gran maestro a partir de finales de los setenta.

La presente obra se encuadra en el final de su etapa más temprana, cuando ya realizaba exposiciones de forma regular en la Galería de Juana Mordó. Será en la inauguración de una de ellas, en el año 1974 −precisamente el mismo año que pintó Sin título−, cuando conozca a José Guerrero, lo que, junto con su estancia en París, cambiará su estilo hacia una línea más expresiva y gestual. En su obra de mediados de los setenta, sin embargo, aún nos encontramos con un Campano que trabaja en la línea de la escuela de Cuenca, plenamente inmerso en una de estudiada composición.

Esta obra pertenece a la serie La Ventana, que realiza entre 1973 y 1974, en la cual trabaja formatos grandes y composiciones de colores planos y bien delimitados, basándose en formas geométricas y jugando con la tensión que generan las diagonales, sabiamente compensadas −como en este caso− en el conjunto de la pieza.

Una magistral muestra de orden y juego compositivo de un gran artista.